Exposición "Doce cuadros, doce poemas"

Autorretrato

Autorretrato

(Impronta)

-Maestro -repito, pero no me oye.

Concentrado en el rostro develado, regresa a la infancia
pase bajo el Acueducto de su mano
y aprende con él que no da igual,
que la perfección no seduce a la impaciencia,
y no quiere defraudarlo ahora que se mira en su espejo
y se siente orgulloso de ser hijo, trasunto ilusionado,
de quien levantó los pilares de su vida con esfuerzo y ejemplo.

Una lección de pintura, sinfonía cromática, aprendo arte
me detengo en el tratamiento de la sombra
el gozo de esta luminiscencia que extiende los brazos desde dentro
la calidad de la madera, la frialdad del metal, la transparencia
la realidad de la lente, la prudencia de la flor de gelatina adherida al cristal
la veracidad del trazo, la satisfacción reflejada en el rostro regresado
con sus ojos incisivos
con semblante tan noble
con sonrisa tan fresca. Para siempre.

-Maestro -sotto voce-, qué bien se está aquí.
-Perdona -contesta- estaba muy lejos
en el tiempo.
-Dibujas como Leonardo, incendias las tinieblas, tiñes la noche...
-Detente, amigo, intento procesar el brillo en la retina por los railes del
sentimiento y la imaginación. Nunca lo olvides: nadie pinta como el sol.

Se puede pintar con las entrañas
se puede pintar con la cabeza
cierto, también con el corazón:
la mano obedece a ese silencio
que palpita.

Daniel

Daniel

(Aladino ameriza)

No se muestran los ojos de Daniel, pero sí la intensidad de su mirada azul.
Aprehende concentrado, absorto, interesado. A la serenidad de su rostro
asoma la alegría en la sutileza de una sonrisa de boca abierta, acaso la que
provoca el asombro.

El pintor lo advierte antes de conjurar el agua y la arena, de batir la espuma, de
mostrarnos un plano tridimensional: Daniel flota en la alfombra mágica que lo
ha llevado sobre las aguas.

El artista nos muestra lo que ve y no puede ocultar lo que siente. Hay mucho
sentimiento en ese pincel que dibuja a quien ama.

El lienzo puede verse a oscuras. Al atardecer, no termina de apagarse. Al
anochecer, nos basta el plenilunio.

La cara, el brazo, la pierna, el pie, proyectan sombra, no lo duden, entre el
ocaso y el alba.

En la profundidad de la mirada se refleja la hermosura de lo contemplado.

Con la misma devoción ha logrado el artista elevar su plegaria. Con matices de
amor.

Mare Nostrum que estás en la tela, para siempre iluminado.

Día de fiesta

Día de fiesta

(Metáfora del aire)

No puede fijar la vista,
su mirada se desliza por el plástico
desciende por la cola del pez
vuela jubilosa entre volumen
se ilumina al hundirse en el corazón
como los sentimientos.

Maravillada por la incandescencia,
seducida y estática,
ve licuarse el aire
lubricarse los espacios
y palpa labilidad en la ilusión
que mancha el interior de la materia
con la que se sustancia la alegría.

Siente un impulso infantil:
quiere hundir sus manos en el lienzo,
mezclar el instante para revolverlo todo
y darle vida, otra vida.

Y no percibe el estallido de los fuegos
hasta que se arropa con los párpados.

Están sobre la mesa de la terraza

Están sobre la mesa de la terraza

(Demorando el ocaso)

Abrázame
ahora que no puede ser más limpio el aire
ni más blanca la mar, ni con más calma
navegar en silencio nuestra barca,
antes de que el horizonte emboce al sol.

Abrázame
apuremos con los labios el calor
de este sol resignado ya al ocaso
que convierte las aguas en nostalgia
y enternura lo que fuera una pasión.

Abrázame
porque más que nunca estamos solos
y más que nunca dependemos de esta trama
tejida en nuestro mar como penumbra
calada como el alma de los hombres,

que no lastime nuestros corazones
la astilla de un mal recuerdo,
que no perdamos el rumbo
teniendo tan cerca el puerto.

Abrázame
porque aún tenemos vida
y el descanso será largo.

Siente aún la claridad sobre los párpados,
que lleguen las sonrisas limpias
y puros los sentimientos.

Abrázame en el silencio,
que no se deshaga el lazo.

La boca del asno

La boca del asno

(En un lugar de Segovia)

Hay un claro en el bosque, un espacio sagrado,
un incendio sin llamas, un júbilo sin voz,
lanzas velazqueñas atrapadas por su cielo,
un refugio de niños, de amistad o de amor.
Un duende transparente y feliz circula en vuelo,
una paz misteriosa dormita en un fulgor
de realidad distinta, como la de un espejo,
hay un hombre que aviva una llama, un resplandor
que sube hasta sus ojos y enciende su mirada,
una bola de fuego que estalla en un crisol
que santifica las sombras y apacigua el viento,
que recrea la belleza en todo su esplendor.
Su corazón el prisma del haz más codiciado,
hay un claro en el bosque, la pisada de un dios.

La gran dama

La gran dama

(Lloverá)

La tarde se resigna, las nubes amenazan, huele a ozono:
contemplamos La gran dama.

Lágrimas que se niegan a rodar, tan bellas, recién creadas,
bajo un cielo sólo imaginable en una retina castellana.

Matizada su dureza mineral, filtrada a través de la emoción, La gran dama se
desvanece bajo un firmamento vivo en que las nubes avanzan,
en cuestión de paciencia.

Parece que una lluvia polícroma hubiera compuesto el cuadro al azar,
que esa agua teñida estuviera protegiendo su estructura,
que un golpe de nudillos pudiera hacer llorar,
dejar desnuda la piedra.

Puede ser algo más que una impresión,
una genialidad, un coup de dés.

Observa
la belleza del punto,
su sencillez

y otra gran dama disfrazada de árbol
que escruta la claridad bajo la bóveda gris,
esperando tal vez un arcoiris
que esta vez llegará tarde.

Se incendia en resplandor
el último relámpago.

Nos resguardamos
el espíritu se expande
y una paz interior nos anega.

Seguro que lloverá.

La ventana de los sueños

La ventana de los sueños

(Eran gigantes)

No desesperes, Sancho, escudero fiel,
ahora que el arte nos transmuta el humo
pues acaso haya de ser este el destino de las almas nobles, de los hidalgos,
de quienes han llegado donde su corazón les ha guiado,
de quienes tienden la mano a menesterosos y desposeídos.

Goza, Sancho, amigo, de este cielo surcado por nubes protectoras que
ensalzan el azul castellano y dibujan la silueta de estos imbatibles gigantes en el
horizonte de tus más sentidos pensamientos, junto a la cal viva, el azul
derretido y los tejados amigos del dios más antiguo.

Aunque insistas en que son molinos quienes han doblegado la fuerza
imbatible de mis entrañas. Porque, maguer dolorido y derrotado, sólo espero
la próxima batalla, y las cien mil más que han de hacer justicia como la hace a
la memoria de los hombres el artista que nos permite volar sobre los campos
manchegos, sobre el más alto de los firmamentos, sobre el tiempo, pues
mucho ha de ser el que transcurra para que el olvido medre y ratifique así su
condición de invicto.

Pues no ha de arrepentirse quien acude en favor de los demás, aunque no
lograre su objetivo.

Otros serán los tiempos, compañero, y serán muchos quienes seguirán
nuestro vuelo con la mirada a través de esta ventana en la que el capricho y la
destreza de un hombre singular nos ha convertido en sueño, un mortal que
sabe alumbrar las conciencias con el candil de los griegos, que pone ante los
ojos de los otros lo que no sabían ver.

Y ponme en pie y caminemos juntos.

María

María

(Ola roja sobre Venus)

¿Quién es la modelo del cuadro
en quien se adivina la sonrisa
que posa pudorosa como Venus sin espejo?

¿Quién esta mujer dichosa
que agradece del pintor
la delicadeza enamorada que la plasma
como un ángel imperfecto?

Es María
la mujer por excelencia
por su dulzura princesa
la reina de la alegría.

Bañada en azul, real y gozosa,
sintiéndose amada, María flota
y se estiliza si advierte miradas horizontales.

He aquí
la maravilla del arte que trasciende el sentimiento
fuego lento, llama viva, luna llena, don,
la ilusión de imaginar donde termina la cama
como se confunde a veces la línea del horizonte
entre el cielo y el agua.

No está el pañuelo en el cuadro
sino sobre él,
sobre ella.
Tire del rojo y el arrebol llegará a sus mejillas
e iluminará su sonrisa.

Para quién guardará el otro lado del mar
si no puede tratarse con más honestidad
ni tacto más delicado.

Moros y...

Moros y...

(Codo con codo)

Redoblan tambores
percuten las entrañas del demiurgo mientras templa su arma,
mientras templa su alma,
para tratar con ternura la fiereza
mantener la disciplina entre caricias
dominar a pulso la rudeza
en un aparente desorden cromático
que logra la armonía del conjunto
¿será esto crear?

El guerrero oculta el semblante
mas su rostro se tensa ante el fragor.
No existe argumento contra la verdad
y huye el pintor de todo subterfugio.

En esta tesis sobre anatomía
el brazo es potencia
la mano, tragedia
la lanza un dilema, vencer o morir.

Y nadie alcanza a imaginar
en qué momento se ha decidido
dar por terminada la batalla.

Gracias, noble alquimista,
por mostrarnos las orillas
de tu sensibilidad,
por dejarnos verlo como tú lo ves.

Poesía muda
efectivamente
pero redoblan tambores,

escucha
con los ojos.

New York

New York

(Perspectiva)

Sólo existe el cielo en la mirada del hombre
que surca el falso azul para calmar su angustia.

Bruma delicuescente transita entre las torres
navega por el cristal la estela del primer dios
e ilumina la mañana por el camino más corto
con la trazada perfecta, con la verdad de la recta
que juega con la mentira de la sombra del espejo.

Estalla el firmamento, clava en el espacio edificios sin cimientos
rayos de Zeus, lanzas de hielo, garras de acero,
grita aristas la tierra hacia inalcanzables nubes
sombra triste, frío muerte, pátina sin vida abrasada en la ignición,
esmalte en la retina, barniz vítreo que emociona
pues son montañas nevadas y el volumen se estiliza
en el instante siguiente a la deflagración.

Tal vez quien lo detuvo se perdió en Manhattan
donde llora el horizonte las que el fuego se llevó.

Ha medrado en su alma más orfandad que naufragio
y grita con las manos una mirífica estampa,
un ígneo helor de alumbramiento,
por una ventana abierta de par en par.

Su altruísmo es veraz,
vuelca su interior en una mirada limpia,
se eleva, levita, se suspende, vuela,
entrega cuanto vibra materializando el aire
inoculando belleza en quienes contemplan
desplegadas las alas de la sensibilidad
en el vértigo de la ascensión.

Acaso el ser humano necesita que le quieran
y dé sentido a la vida tan común aspiración.

Pita (Díptico)

Pita (Díptico)

(Ofidios)

Nido de reptiles guiados por mano firme
armonía de serpientes disecadas sobre el lienzo
tras reptar por la paleta,

así esta hermosa pita que vive al otro lado.

Es el cielo quien decide los límites de la gama
donde termina el azul y comienza el verde,
en qué curva la sombra se adueña del pigmento,
tal vez se asoma el malva, el morado ceniciento,
la culebra que acaso se oculta entre la fronda.

Inmarcesibles las pencas, indiferentes al viento,
vencen las miradas por voluptuosidad
sutileza ardiente, suavidad en la forma,
cual si hubieran sido creadas con caricias,

así esta hermosa pita para siempre inmortal.

Verde resuelto en azul, azul acaso verde,
la ondulación de las hojas que posan sin rubor
y le ceden al cielo por pena una esquina.

El bohordo busca el sol a gritos
desde el estallido de su cuna
para rendirse en la elegancia de un desmayo
cuando muere abril y nace mayo.

Taller fallero

Taller fallero

(Destino el fuego)

Inmortalidad otorgada,
dilatación de la belleza de un instante.
Plasmar la consistencia, la maleabilidad de sustancias
que pueden ser desmenuzadas con las manos,
cartón piedra desnudo que vestirá de tintes,
que puede alumbrarse en los dedos del mago:
de la nada a la vida.

He aquí una imagen de inminencia
metáfora de lo efímero
fría existencia material,
así los humanos que no intentan contemplar
que miran sin ver
que esperan que el río termine de pasar,
la razón varada, el cerebro inútil,
la pereza de pensar, cuando somos por ello.

Sea la sensibilidad
avenencia y armonía de razón y sentimiento,
vibre en cada célula
como vibra en el pincel que seduce a la belleza
nos eleva como alfombra de aire
y nos conmina a reflexionar
desde la contemplación de una estampa sublime
profunda como los afectos nobles
diáfana como el horizonte
para que no nos derrumbemos
en la constancia inexorable de purificación, combustión y desaparición
tan parecida a la muerte.

En el proceso fallero la propia vida
concepción, nacimiento, vida y espera,
tal vez esperanza.

La tristeza, la amenaza de la muerte
que afila, templa y blande la guadaña
en la fragua del destino
invisible por argucia del autor.

Todos los poemas de esta exposición, son originales del poeta abulense
Urbano Blanco Cea