Críticas

Fernando García de Juan, el lirismo hecho pintura

Hace ya unos cuantos años que Fernando se cruzó en mi camino. Por motivos interpuestos y sin mediar causalidad alguna, surgió entre nosotros una profunda amistad, de esas que, como el buen vino, el tiempo hace que vaya tomando cuerpo.

Tengo para mí, y muy claro por cierto, que, aparte de otros aditivos circunstanciales, la verdadera amistad se sustenta siempre en la admiración y, sobre todo, el respeto que te inspira la persona con la que acabas compartiendo ese bien tan escaso y preciado. Una concreción de aquella relación devino en la Colectiva, 5 Pintors: Expressió d'impressions, de grato recuerdo, que nos llevó a mostrar nuestra obra, junto a la de María Castillo, Teodoro Valls y Rafael Vaello, integrantes todos ellos de la Asociación FONT D'ART de Ontinyent, desde L'Alfàs del Pí hasta Denia, pasando por Xàtiva, a lo largo de todo el año 2005. Las vivencias compartidas durante aquellos meses, me llevan a dedicarle este escrito, atreviéndome a diseccionar y profundizar sólo un poco en su riquísima personalidad humana y artística.

Austero y parco es, y se define, Fernando, en el siempre necesario y justo menester de dar a conocer su trabajo. Para ello le basta con María. Prolija, exuberante y preñada de arte, oficio y honestidad, ahí está su obra. Magnífico y sobresaliente en el dibujo, no puede ni sabe establecer mejor base para su pintura que un esbozo concienzudo, meticuloso y pormenorizado de lo que después quedará plasmado con pigmentos en la tablilla, la cartulina o el lienzo, al más puro estilo de la vieja escuela y bajo los cánones del clasicismo más depurado. Se exige desde el propio boceto inicial una composición casi escultórica de lo que será esa obra, obviando la bidimensionalidad a la búsqueda de la tridimensionalidad volumétrica de una escultura griega.

Cuando sobre aquel bosquejo emerge el color, calidoscopio cromático en su caso por miles de pinceladas conformado, entiendes que estás ante una obra y un pintor trascendente y no al uso. Ante un artista que, antes de hacer hablar a su obra con quien la contempla, ha entablado con ella previamente un sin fin de monólogos, cuitas y discusiones, a veces hasta existencialistas, que le llevan al ser, o no acabar siendo, pintura, a la postre, digna de ser mostrada...

Exigente y depurado en la técnica, tanto del dibujo como del color, este caballero castellano, curtido por los aires del Guadarrama, años ha, como él mismo cuenta, tuvo el privilegio de descubrir en Benidorm la radiante y cegadora luz del Mediterráneo. Allí se detuvo y ancló su barca. La austeridad y seriedad cromática de su pintura experimentó una mutación irreversible hacia los contrastes y opacidades levantinas, pintando y estructurando sombras para que brotara a borbotones la luz; jugando con la complementariedad de los colores para, desde la propia reverberación lumínica, desembocar en las transparencias y las veladuras más diáfanas y oníricas, de manera que, desde los claroscuros más profundos, se fundiera, inundara o, en definitiva, quedara planteada la ofrenda de su obra a la sutileza y a la liturgia de las insinuaciones y los miles de matices no confesados...

Como cualquier artista que se precie, Fernando sufre pintando. Al ser un exegeta impenitente, este axioma no dejará de perseguirle nunca en su quehacer pictórico. Cuando contemplo su obra no puedo evitar el que en mis adentros, en mi subconsciente, recite los dos tercetos finales de aquel magnífico soneto que, DE PINTOR A PINTOR, compuso Ramón Gaya en 1978:

"Pintar es asomarse a un precipicio,
entrar en una cueva, hablarle a un pozo
y que el agua responda desde abajo.

Pintura no es hacer, es sacrificio,
es quitar, desnudar; y trozo a trozo,
el alma irá acudiendo sin trabajo".

Francisco Pozo

Fernando García de Juan, Segovia, Egipto

Uno de los muchos caminos del Arte -Diputación Provincial de Alicante- nos llevó a situarnos junto a un gran mural de piedra amarillenta con base en amarilla tierra. Contemplábamos con admiración, por primera vez, los Colosos del gran Templo de Ramsés II, -cuatro cuerpos, tres cabezas- uno de los símbolos más rotundos del Egipto faraónico: ABU SIMBEL.

Los reportajes, las películas, los libros... ¡bueno!. Hay que enfrentarse a estos gigantones para aprender "in situ" del legado de una excepcional cultura milenaria.

No sé por qué -y sin hacer comparación de ningún tipo- apareció el nombre de tu ciudad, Segovia. Esto me llevó a "ver", sobre las piedras sabiamente trasplantadas del Templo, en su cumbre, la doble línea de arcos superpuestos del Acueducto, en trajín constante de conducir aguas del cercano y tranquilo Nilo... Hice navegar por él ese gran barco altivo, sobre roquedal, que es el Alcázar. Mi imaginación talló, para "Mascarón de Proa", la figura de Cándido, abrazado amorosamente a un brillante asado cochinillo. Coloqué sobre cubierta a Duque, vigilando ollas, dando órdenes a su tropa blanca... a modo de pregonero, exhibía un papiro con la minuta del día: Judías de la Granja; chuletas de cordero; recio vino tinto... y dátiles, que algo tenía que ofrecer de la tierra que visitábamos. Un tímido niño, de nombre Eresma, sentado junto a una palmera, no acertaba a decir más que: ¡Para qué tanto, Señor!; ¡Para qué tanto!... El viejo Nilo miraba sonriente.

Leo los titulares de algunas de tus obras: "LABERINTOS"; "FANTASÍAS"; "ENIGMAS"; "LUCES"...¿Intuías Egipto?. ¿Llegaba a tu vista la lejana línea de horizonte ocre del desierto?... Laberintos que se hacen realidad en Kom Ombó, Philae, Karnak. Fantasías en el diálogo entre Esfinge y Pirámides en la fresca noche iluminada. Enigmas enlazados en espacios rectilíneos cual piedras de Aswam. Luces que se reflejan bailando sobre el Padre Río y en sugerentes desnudos femeninos... Luz fría en tu "Catedral", firme bajo un tibio sol que lucha por abrirse paso en un oscuro celaje con augurios de lluvias.

En tu amplio repertorio no podía faltar "Mari", tu Mari; Aquí sobre intenso azul, acariciando su rubio desnudo. ¿Nefertiti?; ¿Nefertari?... La siempre activa Mari, posa ahora en solemne quietud, tocada suavemente y en pequeño espacio de su cuerpo, por rica tela recortada de cuadros de Tiziano, Rafael o Perugíno... color rojo de Venecia.

Por mil mundos ha paseado su pintura GARCÍA DE JUAN. Bajo mil soles se ha tostado, pero... nunca ha querido estar cerca del que más calienta.

Fernando no es portador de un solo estilo, no en balde es luchador y buscador de emociones. Nuestro pintor se coloca ante diversas partituras, escritas siempre con una mano firme y segura de quien conoce el dibujo y sabe realizarlo para lograr una buena orquestación.

Notas de línea y color se hermanan. Los temas vibran. La composición tiene musicalidad y buen tono... Unas veces la "Heróica", otras la "Pastoral", y siempre un atril-caballete y una batuta-pincel.

Una copa por tu Segovia; por el Egipto de todos; por el Alicante que nos acoge. ¡Por tus éxitos!.

ANTOGONZA

Fulgor y color

El observador ordenó las fotografías de algunos de los cuadros seleccionados para el catálogo de la Exposición Antológica de Fernando García de Juan y se detuvo ante la de un óleo titulado Bodegón. Leyó la claridad y soñó el color. Observó el predominio de la luz, luz manchada, ¿cómo puede pintarse la transparencia, la diafanidad del aire? Parecía un cuadro pintado directamente con las manos, con los dedos, como si de arcilla se tratara, como si el artista hubiera colocado las copas allí, las uvas atrás, junto a esas botellas pintadas con la devoción de quien sabe gozar un buen vino. Y el sol por el este, es decir, que pinta en Benidorm, con el norte de cara. "La lectura de este cuadro sólo puede suspenderse", pensó, "es un cuadro de autor". Y lo disfrutó sin mover el sacacorchos.

Fernando nació para ser pintor. Un buen día dispuso las baquetas en paralelo y las guardó con una sonrisa de agradecimiento. Pero se quedó la música, un sentido de la armonía que preside los más variados aspectos de su polifacética personalidad (¿pintará escuchando música?). Colocó entonces los pinceles cuidadosamente, como si ordenara instrumental médico, varitas mágicas de distintos tamaños. Al observador se lo contaron Javier y José Enrique, dos personas con quienes el pintor segoviano intercambia una fidelidad sin fisuras a la manera que enseñó Laín, basada en la confidencia, en la benevolencia y en la beneficencia. Cuando el observador conoció a Fernando, anotó su perilla dieciochesca, su porte clásico, la serenidad de su palabra -con ese poso de sabiduría de quien camina despacio después de haber transitado aprisa-, y sobre todo sus ojos, unos ojos incisivos cuya mirada llegaba muy adentro.

El observador tomó otra fotografía al azar y sintió que el corazón se le esponjaba en olas de tranquilidad. Caminó paso a paso por el borde de pétalos inmarcesibles, se escondió entre ellos con los ojos cerrados y sintió el terciopelo en sus dedos. Era suavidad, satén, pero también fragilidad: podría romperse el pétalo como una oblea. Ahí estaba la magia de una sensibilidad singular. Y sintió la tentación de bañarse entre rosas de papel. El tríptico tenía nombre: Queen of the Beauty.

Pintar es saber mirar, contemplar, abrir los ojos del alma, buscar la emoción. Kandisnky creía que el artista buscaba una sucesión en la emoción: la que sentía el artista se trasladaba a la obra de arte y de ésta al observador. Las dos emociones, la del pintor y la del observador, serían análogas en la medida en que la obra fuera lograda. Y a fe que nuestro artista lo logra.

Ante el observador comparecía ahora La gran dama, un óleo sobre tela que bebe del puntillismo y del impresionismo, incluso del surrealismo, y que individualiza la pintura Garciadejuanista en uno de sus dominios más consumados, sus "lágrimas transparentes", que en esta obra conforman la belleza bajo un cielo sólo imaginable en una retina castellana, las mismas lágrimas que se niegan a rodar en La proa de Castilla. Matizada su dureza mineral, filtrada a través de la emoción, La gran dama se desvanece bajo un cielo vivo en que las nubes avanzan, sólo es cuestión de paciencia.

Y pintar es buscar la belleza. Bello es, según Santo Tomás, aquello cuya contemplación produce placer espiritual inmediato, y este placer debe ser desinteresado, es decir, no ha de agradarnos por su utilidad. "Era tan bella -dicen que comentó Fernando- que dolía mirarla". Y añadió: "Cuando sonrió, tuve que cerrar los ojos para guardarla. Entonces comprendí a Santo Tomás".

El enigma de Simc transmite rectitud, firmeza. Puede que se trate de uno de los óleos más misteriosos de nuestro autor. ¿Qué facilidad la suya para atrapar al mirador? Un rayo nos atraviesa de arriba abajo, la gama de los verdes nos pregunta ¿cómo no quedar extraviado en ese abismo de contraste?

Fernando García de Juan hunde sus manos en el color, lo baña de esplendor y sólo entonces acaricia los pinceles en pleno presentimiento. El milagro se produce por su paz, su serenidad, su sensualidad, que permiten a sus ojos descifrar el misterio. Por eso es preciso el silencio. Pero nada sería posible sin la técnica, sin la maestría en el dibujo (El repudio de Agar, Mezquita de Córdoba), sin el dominio de la curva. "Existe Dios -son palabras suyas-, porque sólo un ser superior puede haber diseñado la espalda femenina".

Transmutado en admirador, el observador rescató un catálogo anterior del artista, se perdió en el díptico Laberinto y renunció a encontrar el hilo de Ariadna. Embaucado por la trama, cayó en ese agujero en que se pierde la esperanza, pero allí volvió a buscarse. Así, Fernando nos ayuda a conocernos mejor y de eso se trata. Cómo agradecer al artista la amabilidad de ofrecernos su creación. ¿Quién movería un pliegue, una hoja, si parece que no es posible otra disposición del entramado? No hay duda de que algunas obras de arte nunca terminan de verse. Papel de embalar, por ejemplo: yo he arrastrado los pies en otoño dentro de ese cuadro.

Se dice de él que es un maestro del dibujo, que es "escultor del aire", "pintor de colores". Y es verdad, pero Fernando piensa, además, que ver no es igual que mirar, ni oír que escuchar, ni oler que inspirar, ni gustar que paladear, ni tocar que acariciar. Fernando mira, escucha, se llena, degusta. Administra el tiempo como si fuera inmortal y acaricia el soporte donde ocurrirá el prodigio.

El admirador abrió mucho los ojos ante algunas de las obras trabajadas con lápices acuarelados sobre cartulina negra: la maravilla del San Andrés de Ribera recreado por Fernando con un fervor casi místico, con la misma sensibilidad con que impide al Mimo que nos mire a los ojos, porque no lo soportaríamos. En los ojos del mimo Fernando ha sido capaz de pintar el alma. Y La fachada del Arte en que la maestría del trazo se baña en una luz dominada, como la luz de Fogón.

Y, de repente, la transparencia ("la transparencia, Dios, la transparencia"). El destello, el fulgor. Copas y libros: La copa de brandy que se desdobla tras la de cava. Botella tallada: El reflejo, la técnica, el perfeccionismo. Denominación de origen: El toque de color que llena el cuadro.

Concluyó el admirador que el artista afincado en Benidorm es un pintor de carácter, de personalidad y estilo propios y, lo que es de agradecer, fiel a si mismo. Hoy más que nunca ha de valorarse la autenticidad.

Acérquense, pues, señores, pasen y miren, no notarán que levitan mientras contemplan la exposición. A la salida, cuando pisen la realidad y adviertan que el color permanece en su retina, llévense la mano al corazón y notarán el calor del resplandor que permanece en su interior como el sol en los ojos. Es el fulgor.

Abran su espíritu y dejen que sean los cuadros quienes dialoguen con ustedes, quienes les entreguen la emoción del artista reclamada por Kandinsky. Porque García de Juan nos muestra su interior, es un desvergonzado que no se arrepiente casi de nada, porque sabe que de nada sirve. Sean "observadores interesados". El admirador diría "disfruten las unas y los otros como yo he disfrutado". Observen Mano de pintura y adviertan que existe una realidad superior. Y no toquen la Silla azul: está recién pintada.

Un par de semanas antes, el observador había recibido una llamada: "Soy Fernando, te llamo desde los membrillos que contemplas. Dedícales unas letras". Era la voz del demiurgo. Qué honor poder hacerlo. Gracias, Nano.

Urbano Blanco Cea

Sobre García de Juan

He pensado hace tiempo que GARCÍA DE JUAN era un excepcional dibujante, y más tarde que era un pintor consolidado con los armazones de su dibujo único. Ahora llego a la conclusión que es un escultor, un escultor del aire, del hueco, del espacio neutro, un escultor que esculpe, desocupa la materia, sin añadir, por tanto un auténtico escultor en la concepción helenista del término.

Sin recrearse, sin mencionar el recurso técnico, sin formularios, por tanto un clásico.

Un escultor sin cincel, sin mazo, sin la cruda presencia de la materia pétrea, por tanto un mago.

Sin explicar el porqué y el cómo, por tanto un artista ciento por ciento castellano.

Un escultor que intercala el aire, como objeto más cercano a la pupila, antes que percibamos la figura, la textura, la piel del brazo dibujado. No la piel, sino esa piel en tensión en la que podemos intuir su tacto y su olor: ese es el aire que nos presta el artista, el hueco que sólo los elegidos saben representar, la inalcanzable meta del escultor.

Y todo ello plasmado sin estridencias, sin falsas dudas o experimentos explicitados, sin referencias próximas que hablen de inmadurez, lo cual sería imposible en un escultor que dibuja pintando. ¿Se ha visto eso alguna vez?. Pues ahí le tienen, disfruten su obra.

Juan Antonio Espejel

Hacer brotar la luz de la oscuridad

Hacer brotar la luz de la oscuridad del negro absoluto la luz es el empeño que desde hace ya muchos años viene plasmando a través de sus dibujos Fernando García de Juan, que firma como NANO.

Nacido en Segovia hace más de doce lustros, este artista se proyectó hacia esos mundos de Dios, puede que llevado por la visión permanente desde su casa natal de ese acueducto, ahora tan cansado, que parece que se desmorona.

NANO, viajero incansable con un sólido oficio y formación en el dibujo a plumilla de sus primeros años, rehace su propia vocación creando un estilo y una forma de interpretación propia
de las cosas
de las personas
de los paisajes.

NANO sabe como nadie arrancar con sutileza, del provocador negro de sus cartulinas
la belleza unas veces
la pasión otras
de todo aquello que está presente en el ser humano y lo que le rodea.

Arranca con sutileza, del provocador negro de sus cartulinas, la belleza unas veces, la pasión otras, de todo aquello que está presente en el ser humano y lo que le rodea.

Y lo sabe hacer magníficamente decantando su pensamiento a través de las minas siempre blancas de sus lápices.

Su dibujo interactivo no sólo proyecta su imagen sobre quien lo contempla sino que también exige de éste que termine de configurarle.
Es un dibujo que hay que descubrir.

Impacta en una primera visión para después asombrar por su ritmo y viveza.

Dibujo cuidado al máximo que sabe retratar, más allá de las formas, el espíritu de los seres y las cosas.

José Luis Plaza

García de Juan, una mirada neobarroca

La perspectiva racionalista cartesiana responde a las incógnitas trascendentales armándose de la razón. La mirada empirista subraya la experiencia y la percepción como base para la fundación de las ideas universales. La visión barroca, afirma que no se conoce el objeto sino el fenómeno y éste no es cognoscible de manera independiente del sujeto conocedor.

La filosofía barroca, de naturaleza nihilista, paradójicamente aunque niega la objetividad de la experiencia sensible, parte de la intuición empírica y como teoría del saber busca trascender, no obstante choca con su incapacidad de llegar a respuestas gnoseológicas, al conocimiento de la esencia, desacredita pues la capacidad cognitiva de lo absoluto, del noúmeno, de la realidad, confrontándose al idealismo kantiano, se estanca entre esos dos mundos: entre la razón y la experiencia, entre la teoría y la práctica, la conciencia y la sensibilidad sensorial, dirigiéndose a lo culto detrás de los límites de la percepción.

La Era Posmodernista que vivimos coincide con el enfoque del sentimiento barroco en la infravaloración de la experiencia sensible y de los valores vigentes, ambos se asientan en la contradicción del devenir, de la relatividad y de libre arbitrio y generan un estado fatalista, caótico y atormentado de incertidumbre y desengaño, donde la realidad objetiva, la verdad absoluta, la experiencia y el conocimiento son simple ilusión, como bien ilustra "La vida es sueño" de Calderón de la Barca. De hecho, la coincidencia es tal que el filósofo Omar Calabrese identificó la Era Posmodernista y la Era Neobarroca como sinónimos.

Desde la ciencia hasta el arte se ven impregnados por la corriente del pensamiento del momento. Una abundancia de alusiones intelectuales como los planteamientos teóricos de Severo Sarduy, Omar Calabrese, José Luis Brea o Gille Deleuze contribuyen a pensar en un efecto barroco en el arte actual: el Neobarroco.

García de Juan, como hombre de su tiempo, vive dentro de este contexto, sea o no consciente de ello. Desde la intuición se ha interesado por la aprehensión de ese gusto barroco. El pintor se describe a sí mismo como un hombre oscuro, desbordado por el sentimiento existencialista y cuya única luz es el Arte. Como dice Marcel Duchamp, el artista no siempre ha de ser consciente de su creación, lo relevante es que la crea.

El estilo Neobarroco se define como el arte de los sentidos y de la emotividad por encima del arte de la razón. No se busca la verdad imparcial ni la realidad sensible. Las condiciones que marcan su búsqueda estética y conceptual no se dan tanto el objeto, sino la interpretación del sujeto que lo conoce.

El Neobarroco busca la franqueza de una realidad subjetiva, percibida, vivida e interpretada. Una realidad ilusoria, fingida, tráfica y espiritual. La persecución de la realidad más allá de lo visible. Se consuma así en el naturalismo realista y tenebrista.

García de Juan, es claramente partícipe de esa inquietud neobarroca, en la temática naturalista de sus obras cultiva ya el gusto barroco con bodegones, retratos y desnudos, escenas clásicas, míticas y místicas, paisajes lóbregos y visiones catastrofistas, imágenes enigmáticas, laberintos, grutas y abismos, además de escenas costumbristas.

El Neobarroco sin pretender una recuperación de las formas del Barroco histórico, comparte unos principios en la composición y concepción de la obra artística pero lo renueva con la interacción multidisciplinar y la innovación formal en el tratamiento estético de sus recursos fundamentales.

En la obra de García de Juan, se reconoce una clara herencia del barroco dieciochesco. El autor se preocupa por la precisión del dibujo, le interesa la exactitud y la fidelidad que otorga el detalle minucioso como los relieves, las diferentes texturas, las veladuras y los reflejos.

Asimismo, le concede protagonismo al claroscuro, el tratamiento de la luz y de la oscuridad es uan constante, aunque no siempre corresponda con el tratamiento clásico, logra así la sensación de volumen y profundidad necesaria para la consecución de la tridimensionalidad. Por esta razón un elemento clave en la creación de García de Juan es la cartulina negra.

La plástica barroca de García de Juan se vislumbra en la sinuosidad de las líneas, la deformidad de las formas, la distorsión de las figuras así como de la realidad representada, la asimetría, el exceso del detalle y la vastedad del volumen y por último, lo pintoresco.

El gusto por lo peculiar, diferente de lo bello y de lo sublime, se ve atraido por la variedad, la singularidad, los detalles, lo curioso, lo interesante, lo deslumbrante, por la ilegibilidad de la realidad. El deleite de la contemplación del alma del objeto, es causa y efecto de una reacción emocional estética. En la emotividad que desprende el objeto en su interacción con el sujeto que lo percibe reside la inspiración y la funcionalidad de la creación de García de Juan.

En cuanto a la influencia multidisciplinar, se aprecia en la obra de García de Juan en su investigación del dibujo y de la luz. En la concepción y en la plástica de su creación, su vida profesional polifacética como músico, ilustrador, maquetista y delineante ha influido de manera notable. Un ejemplo es la presencia de la línea geométrica en algunos de sus dibujos, así como la ruptura de la restricción que ella implica en otros. Asimismo, compone y descompone la imagen a través de la luz persiguiendo un efecto visual similar al informático.

Omar Calabrese, en su disquisición del Neobarroco destacó como rasgos característicos: el ritmo y la repetición, el límite y el exceso, el detalle y el fragmento, la inestabilidad y la metamorfosis, el desorden y el caos, el nodo y el laberinto, la complejidad y la disolución, el "más o menos" y el "no sé que" y la distorsión y la perversión.

De repetición de temas o la proyección de series en la creación pictórica de García de Juan se deriva el interés por el detalle, busca la revelación de la más tenue alteración. Por otro lado, la reproducción multiplicada de figuras compone una estructura confusa y desordenada de formas arremolinadas. Los objetos se solapan, se fragmentan y se confunden. La realidad percibida no es la misma que la realidad subjetiva pues está condicionada y definida por los sentidos, se representa pues el fenómeno del objeto y no el objeto en sí mismo.

Frente al límite y a la armonía, el neobarroco presenta el exceso y la discordancia. En la obra que nos ocupa se da el exceso en el detallismo, la distorsión de los volúmenes y la hipertrofia de las formas, la vastedad y la monumentalidad. Destaca la luz y la oscuridad desbordante y su tratamiento pictórico a partir del negro, el gris, el blanco y los dorados. En definitiva, la búsqueda de los límites formales. Así como también en la presentación de imágenes insólitas, con una alta carga sexual, ilusoria o enigmática.

El detalle es una pauta del neobarroco y del mismo modo lo es el fragmento. Como hemos visto el autor detalla de manera minuciosa sus dibujos pero también recurre a la ampliación a su máxima expresión del detalle desvirtuando su apariencia original. Por otro lado, con la fragmentación el autor nos presenta una imagen inacabada que tiene que terminar de definir y dotarla de sentido quien la contempla.

La inestabilidad y el caos hacen referencia a la presencia de formas deformes, sinuosas, desordenadas creando figuras incompletas e inconcebibles, composiciones desestructuradas y arremolinadas. Se trata de la ruptura de los límites reales. Asimismo se relaciona con imágenes caóticas, catastróficas y tortuosas.

La teoría del pliegue de Gilles Deleuze y la composición laberíntica está vigente en el neobarroco. El pliegue como recurso estético enfatiza y extiende la idea de "la arruga es bella". La imagen se amplía y se recorta hasta conseguir el efecto plisado. Los objetos se solapan, se fragmentan y se confunden.

La complejidad y la disolución en García de Juan se aprecian en la dualidad dialéctica entre la realidad que representa y la ruptura con la misma. La incertidumbre, lo indeterminado, lo inacabado, lo indefinido, la fugacidad y la variabilidad son constantes en la plástica de García de Juan. El "más o menos" y el "no sé que" forman parte del espíritu barroco.

En conclusión, la muestra pictórica que nos presenta García de Juan es representativa de la inquietud de la sociedad actual y de la preocupación artística por el gusto, el tratamiento plástico y la visión de la realidad desde una perspectiva neobarroca.

Débora Pérez

García de Juan, "Pintor de colores"

Hace algunos años apareció García de Juan "Nano" por mi estudio para que, le fotografiase unos trabajos, en su carpeta escondía unas cartulinas negras, surcadas por tizas y lápices de tonalidades claras; y en sus bodegones, paisajes o retratos me pareció ver a un afanoso artesano que sufría buscando con ahínco "los parecidos" o realismo de las cosas -entre sus grises, me sorprendió alguna tímida mancha de color- estaba ante alguien que medio perdido buscaba un camino, me pareció sentir que padecía delante del lienzo,... pero esto fue hace tiempo.

Unos años después volvió con nuevas obras y quedé gratamente sorprendido, evidentemente había evolucionado; deduje que ese academicismo que tanto le atenazaba lo había expulsado, se encontró libre; buscando descubre la luz y encuentra el color, le apasionan y ufano juega con ellos, los exalta y en gran manera nos lo muestra y regala en sus lienzos.

Hace de su paleta un arco iris y, esa luz y color los refleja en amplios espacios. Por modelo, elige a las flores y con goce se adentra en ellas, con su pincel toca seráficamente a los débiles estambres y pistilos, acaricia con su espátula los quebradizos pétalos preñándolos de luminosidad, exalta a la cristalina hoja de rocío en la verde textura de la hoja y, se atreve con el descarado girasol haciéndole aún más hermoso y radiante. Los marcos encuadran una bella y rítmica sinfonía cromática que nos transportan a la más pura naturaleza, peina con armonía sus paisajes con ocres, verdes o amarillos; de bermellones, naranjas y carmínes inunda a sus bodegones de frutas, de rosas o amapolas; con blancos rosáceos viste a las globosas magnolias; y a las tímidas violetas las engalana en suaves morados;... con creadora y exquisita habilidad cubren otras gamas rosáceas los desnudos femeninos, para deleite para nuestras "púdicas" (?) retinas.

¿... pintará también fragancias?

Por sus pinceladas sentimos que estamos ante un artista con técnica; y notamos por su luz y color que García de Juan "Nano" es muy feliz cuando pinta.

J. Blázquez

Opciones

Desde hace más de sesenta años la ciudad de Segovia acoge, durante el mes de agosto, un Curso muy especial: el que conserva su nombre primigenio, Pintores Pensionados, como recuerdo a quienes consiguieron su establecimiento en la ciudad del Acueducto. A él acuden alumnos de todas las Facultades de Bellas Artes de España y aún de algunos otros países europeos. Su materia pictórica: el Paisaje, así, con mayúscula. Cierto es que Segovia tiene un entorno privilegiado lleno de contrastes: desde la sierra de Guadarrama con espesos pinares y palacios barrocos de amplios jardines artísticos como el de La Granja o Riofrío, hasta la aridez del páramo castellano quebrado por las "Hoces" del río Duratón en un prodigio estético que nos regala el lenta pero incesante proceso de formación geológica.

Y ¿qué tiene que ver García de Juan con lo dicho hasta ahora? Pues bastante. Porque Fernando nació en Segovia y, consciente o no, sus miradas de infancia y juventud estuvieron condicionadas por los paisajes de su entorno: por esos azules límpidos del cielo y esa luz especial que entendió muy bien la pensadora María Zambrano en su juventud que transcurrió por las mismas calles en que vivió nuestro pintor: "No cae la luz en Segovia: la ciudad toda se alza hasta ella"; por los tonos violeta de la montaña en el horizonte; por los dorados de la catedral y de las veintitantas iglesias románicas de piedra caliza; por el vibrante gris de los sillares bimilenaris del acueducto romano. Y a todo ello, a la mirada sensible de un pintor, tenemos que añadir el heterogéneo mundo de los alumnos de Bellas Artes que aglutinan mil y una maneras de expresar sus inquietudes creadoras.

Fernando García de Juan ha entregado su vida a la pintura y estoy por asegurar que su poliédrica personalidad estética está claramente expuesta en sus OPCIONES. En su propuesta vemos el extenso abanico de posibilidades que la pintura y el dibujo aportan a quienes han sido dotados de talento y sensibilidad para hacer de su oficio un fantástico medio de expresión. Es el compendio de una fecunda vida dotada del don tan escaso de ver más allá de la materia.

Y ahora, sentados los cimientos de la personalidad lúcida, colorista, vital y curiosa del pintor, nos disponemos a adentrarnos en su mundo completo. Quiere García de Juan que conozcamos de cerca sus dudas, su búsqueda, sus logros, por ello nos invita a pasear por los vericuetos de su mirada, nos hace cómplices de su estrategia permanente para descubrir la manera de expresión que más se ajusta a su realidad personal. Pero ¿qué le gusta al pintor? ¿pretende emular estilos y tendencias de la ya larga historia de la Pintura? ¿quiere demostrar que es capaz de engañar a nuestros ojos con planteamientos que nos lleven a la obra de pintores de culto cuyos afamados cuadros son estudiados y publicados por los santones de la crítica pictórica? No, Fernando García de Juan sólo desea -que no es poco- abrirnos las puertas de su estudio, las de su corazón y las de su talento. Pero no quiere presentarnos sus trabajos sin más. Cada pintura tiene la compañía de la voz interior, de la palabra que desde su concepción misma tenía como destino ser leída en silencio, para los adentros individuales. El impulso creativo lo es por partida doble, pero no como explicación de lo que vemos, sino como complemento de una realidad tangible. El verso como medida del Arte, como parte esencial de la expresión total. Y es en su Autorretrato donde el pintor deja ver su pasión por lo que hace: semblante noble y sonrisa fresca. No cabe duda, la felicidad interior que le produce el ejercicio de la pintura se manifiesta en su rostro y, sin duda alguna, en sus ojos brilla ese punto de emoción cuando comprueba que sus pinceles han conseguido la luz vibrante de Sorolla o, más complicado aún, la imagen de un paisaje tan natural como el pinar de Valsaín ("La boca del asno") pasado por un filtro de Instagram.

Ante el atractivo mundo de las Opciones que nos plante -y se plantea- Fernando García de Juan, cada espectador tiene el privilegio de quedarse con una, con dos o con todas. En realidad son hijas del mismo talento fecundo. Personalmente ya he elegido -con gran esfuerzo, desde luego- y, por una vez, manifestaré mi opción: "New York" y su juego de perspectivas, reflejos y sombras que ascienden hacia el escaso cielo de la Gran Manzana.

Busque el espectador entre las inagotables formas de mirar que aquí se plantean. Las propuestas que nos plantea el artista abarcan un amplio abanico de opciones estéticas dirigidas las personalidades más dispares, desde el puro realismo al universo warholiano, pasando por otros reconocible ismos, como si de un manual de estilos pictóricos de los últimos cincuenta años se tratara. El juego está planteado y como portavoz de los participantes en él, agradezco vivamente esta posibilidad de disfrutar de la exposición con una sonrisa fresca.

Rafael Cantalejo